Los cuadros de la Revolución que acompañaron la construcción de nuestro imaginario

País. Léonie Matthis y Juan Manuel Blanes imaginaron las vísperas del 25 de mayo y las pintaron. Estas obras se encuentran en los Museos Nacionales.

La historia ha dado pruebas para pensar que el 25 de mayo de 1810 no había nadie pintando lo que estaba ocurriendo en la actual Plaza de Mayo, por lo que la tarde llena paraguas, los hombres con galera y French y Beruti repartiendo escarapelas son representaciones se hicieron casi cien años después.

Con el paso del tiempo, cada momento histórico se fue apropiando de la imagen de este mito fundacional de la nación.

La escuela fue clave en ese proceso, ya que a partir de 1889 se comenzó a celebrar la “semana de mayo”.

Desde entonces, se puede rastrear cómo, en diferentes momentos de la historia, el 25 de Mayo pensado como un hecho político es llevado a cabo por elite una de hombres blancos y cultos; y en otros momentos se habilitó el pensar un 25 de Mayo protagonizado también por grupos sociales como comerciantes, vendedores ambulantes, niños y mujeres.

En ese sentido, los artistas Juan Manuel Blanes y Léonie Matthis nos legaron sus propias representaciones acerca de la Revolución de Mayo. Sus pinturas se encuentran en el Museo Histórico Nacional y en el Museo del Cabildo y la Revolución de Mayo respectivamente.

El oriental Juan Manuel Blanes es el autor de varias escenas que nos ayudan a interpretar y problematizar determinados momentos de la historia. 

En la década de 1870, Blanes imaginó el Cabildo Abierto del 22 de mayo de 1810. Para crear su obra, el pintor procuró fotos del Cabildo, buscó y copió retratos de quienes pudo encontrar. También consultó a diversas personas, ya supo que varios asistentes vivían y los visitó.

Blanes documentó todas sus investigaciones y en sus cuadernos anotó, por ejemplo, que conversó con un “empleado de rentas 60 años” y “que tuvo contacto con todos los personajes de la época”. También que entrevistó a un hijo de Manuel Sarratea que podía tener “algún retrato y muchas noticias de los hombres que figuraron el año 1810, por ser él muy curioso y muy relacionado”.

Desde el Museo Histórico Nacional relatan que la obra de Blanes es una de las primeras imágenes que compusieron el imaginario construido sobre la Revolución de Mayo.

La escena ilustrada se enfoca en el momento en que Castelli argumenta a favor de que el ejercicio de la soberanía le correspondía al pueblo de Buenos Aires. En la imagen se puede ver que Castelli está rodeado por los asistentes en la galería superior del Cabildo.

Blanes agrupó a las corporaciones coloniales en un segundo plano: los funcionarios del Cabildo están ubicados al fondo, y el obispado y la Audiencia en los costados.

El Cabildo al que refiere Blanes en su obra hace referencia a los los cabildos abiertos que se realizaban en circunstancias extraordinarias, como la llegada en 1810 de la noticia de la caída de la Junta Central que gobernaba España, invadida por las fuerzas napoleónicas.

La autoridad que había nombrado al virrey Cisneros había caído, y por eso se convocó a esta asamblea -a la que concurrieron 251 vecinos- para decidir si debía continuar en su cargo o no. Tras varias horas de debate, ganó por amplia mayoría de votos la postura de que el Cabildo nombrara una junta de gobierno en lugar del virrey.

Una de las clásicas imágenes del Cabildo retratado desde la plaza y alrededor un pueblo expectante llegarían recién a fines del siglo XIX.

«25 de Mayo de 1810», por Matthis

En la década de 1920, Léonie Matthis comenzó una serie de pinturas históricas. En 1936, con motivo del IV Centenario de la Fundación de Buenos Aires, produjo la primera serie de trece grandes cuadros titulada “Historia de la Patria a través de la Plaza de Mayo”.

Léonie pintaba con acuarela usando una técnica similar al óleo llamada gouache, que consistía en realizar capas, pinceladas con acuarela opaca, y plasmar los colores claros y luces con blanco. Al secarse, los colores ofrecen una tonalidad clara de aspecto opalino.

Para la realización de sus cuadros históricos recurrió al asesoramiento de figuras de un círculo intelectual al cual había accedido como artista, como los historiadores Ricardo Levene y Enrique Udaondo, el escritor Leopoldo Lugones, Mario Buschiazzo, el sacerdote Guillermo Furlong, entre otros. También investigó en museos, archivos y colecciones; leyendo libros de historia y relatos de viajeros, y observando el trabajo de otros artistas.

En su obra «25 de mayo de 1810”, se pueden detectar las influencias de las litografías de Carlos Enrique Pellegrini, en el detalle de la reconstrucción edilicia de la arquitectura pública, en las acciones de los pobladores y en la paleta clara de colores.

Su bien su estilo buscaba la apariencia verosímil de la obra como si fuese realizada en el mismo momento que los hechos representados, nunca asumió a su obra como documentación histórica, siempre se refirió a la recreación del pasado en términos de evocación o ensueño, que precisaba de un estado de sugestión o de “gracia” que le permitía remontar la corriente del tiempo a la cual había accedido mediante el estudio e involucrarse en la ejecución en el momento histórico que estaba plasmando en su obra.

Matthis se alejó del estilo pictórico del Centenario y de la semblanza de los próceres, aunque no de sus escenas y escenarios, a los cuales pobló de figuras anónimas, sin facciones. «Eran sólo fuerzas en movimiento».

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